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Estoy orgulloso de ti

Estoy orgulloso de ti

Por: Nuna

A las 4 de la mañana comienza el ritual. Agua caliente para el tinto, el espejo del baño empañado y un uniforme de muñequitos tendido sobre la cama esperando a ser lucido con el mismo orgullo de siempre. El sol pronto saldrá y una helada niebla aún ronda las calles. Una hora más tarde ya hay ruido afuera, pasos acelerados, licuadoras y alguna melodía que se escapa de cualquier casa. Cuidadosamente abro la puerta y veo un montón de cobijas en el suelo, dos camas destendidas, pero solo una ocupada. Mi mirada se centra en ellos. Amo verlos dormir tan plácidamente que me siento la peor de las villanas al irrumpir en esa armonía, pero no tengo otra opción. Ante mis palabras de amor solo recibo malas caras, pataletas y una que otra lágrima de enojo por esos ojos que no se han terminado de abrir. Unos minutos después, dos hombrecitos perfumados y pidiendo a gritos el desayuno esperan en la mesa.
Increíblemente mis dos brazos se multiplicaron por 4 y en la cocina les saco el mejor provecho, batiendo huevos, preparando el café, tajando el pan, sirviendo porcionadamente según el apetito de cada uno, adelantando un poco de arroz para aligerar el tiempo del almuerzo y como raro limpiando la estufa por esa leche traviesa que se desbordó cuando dejé de verla.
Mi desayuno se torna en un paseo por la casa con el pocillo en la mano y una que otra mordida al pan. El reloj ya marca las 6 de la mañana y el sol aparece para decirme que el tiempo se agota. En una mano las llaves, en la otra la pequeña mano entumecida que llevaré hasta unas tres cuadras cerca, donde mi pequeño recibirá de otra persona lo que no puedo darle yo.
Luego de dejar mi preciosa carga regreso rápidamente a encender el computador, conecto los audífonos y es imposible no hacer un gesto cuando introduzco el auricular en mi adolorida oreja. Preparo los libros que deje listos el día anterior, doy clic y he aquí que haré con otros niños lo que no puedo hacer con mis hijos. Me siento tan mala mamá, pero aun así dibujo una sonrisa para recibir a mis niños y enseñarles fracciones, regiones de Colombia, el reino animal, el verbo to be y cientos de cosas más que seguramente llevarán en sus cabecitas por un rato o por toda la vida.
Entrado el medio día, con la garganta seca, los dedos manchados de tinta de marcador y aún con el pensamiento de ser la peor del mundo voy a recoger mi valiosa carga.
Sigo sintiéndome mal por preferir a otros que a mi propia sangre. Sin embargo, en medio de la clase que preparo para el día siguiente, dos bracitos me rodean el cuello y me dicen: «Eres la mejor maestra del mundo, estoy orgulloso de ti». En ese momento siento que todo ha valido la pena.

1 comentario en “Estoy orgulloso de ti

  1. Bonita lectura es el retrato y la descripción más clara de ser madre y trabajar, sin contar qué anécdotas suceden durante el horario laboral me llevaste de la mano y disfrute las bellas palabras de un hijo agradecido “eras la mejor……,”

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