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Aunque nada cambie

Aunque nada cambie

Por: Silvania O.

El mundo dio un bote, trastabilló y tiene dolor.  COVID-19: agente microscópico, virus de la familia de los Coronavirus. Antígeno capaz de infectar en circunstancias tan normales como obvias. Esto lo sabemos todos. 

El sol frío penetra el velo de mi patio, amplio, desocupado de instancias, solemne, vulnerable. Mi patio es un lugar sagrado. Para mí lo es todo. Voy a él con la delicadeza con que acaricio una flor que indemne y sosegada no se altera en mis manos. Hago una pausa reclinada sobre almohadones, zambullida en la hamaca donde acostumbro empapar mis pensamientos antes de escribirlos.  Pienso en este tiempo raro, en la situación inédita que nos ocupa, en las cuatro esquinas del mundo irritadas por el miedo. Intuimos oír cada estertor proveniente de cualquier punto geográfico y, a la vez, anhelamos estar lejos de él. Aun así, todo está cerca. Nos une la sutileza en la expresión del miedo. La sombra de la incertidumbre que se ha instalado con su aparataje sicodélico, menosprecia toda interpretación que a bien tengamos darle, si es que existe alguna.  No es ni será la primera ni la última pandemia en la historia pero es la que nos tocó vivir. No habíamos compartido la finitud del cuerpo, no como hoy, porque antes, el tiempo así fuera un misterio contado, para la mayoría era una secuencia efímera de acontecimientos.  Creíamos tener el control y lo ejercíamos como una necesidad, ahora, la necesidad se ha visto insatisfecha y nuestro piso tambalea.  

         Pero nos encontramos atendiendo al silencio, al roce, a la luz, a la lluvia, a los ojos.  Llegamos quizá más fácil al misterio que encarna el espíritu, ese bello lugar al que se llega despacio donde no resbalamos, porque allí simplemente somos. Desde la parte de mundo donde soy, observo en el despertar del día, al amarillo naranja contonearse por entre las ramas del árbol que carga a los pájaros, el mismo que le sirve de pasadizo a las ardillas, a las iguanas. Veo la montaña completamente vestida de verde, sin los cráteres vestigios de otros tiempos, cuando por falta de lluvia lucía vieja y desértica. Empinada está sobre sus tacones recibiendo a esta hora la neblina sedosa color de nieve. La nube se va escurriendo en los instantes a medida que el sol entierra sus rayos poderosos en la tierra.  Mientras cada minuto cose las horas y cada hora perfila el día con artesanal maestría, como ha sido siempre, decorando en silencio las circunstancias, sigo pensando que solo una enmienda de la vida es posible…, como siempre.

En la soledad de las calles, vacías de pies está la alborada del silencio que nos regala el minucioso disfrute de su voz. En las casas, múltiples tareas a las que nos habíamos desacostumbrado, ahora son nobles quehaceres desprovistos de vanidad. La unidad vista desde la armoniosa sencillez del dar, vierte su caudal y no la vemos, no podemos porque seguimos permeados por todo lo que signifique y tenga un resultado, lo que sea tangible y de alguna manera nos complazca.  Sin embargo, algo espeso va quedándose, aun si después vuelve la vida de antes con sus rutinas, una cierta novedad se adelanta a nuestra percepción. Aunque nada cambie, y estoy suponiendo, habrá cambiado al menos, nuestra mirada hacia la otredad y habremos sido generosos con nosotros mismos mientras estemos en soledad.

La naturaleza bulle en su fiesta de luces y verdes. Los océanos vierten su transparencia en la arena sin huellas, las criaturas salvajes se han quedado inmóviles ante tanta virtud en el aire. El arco iris parte la ciudad en dos y muere detrás de la cordillera donde la vida nace a todas horas.  Hombres de ciencia se han visto abocados a buscar en sus fuentes de conocimiento, algo a lo que asirse para encontrar una vacuna.  Es la gracia de la vida, el socorro del momento, el despertar de los dones. Como diría el poeta:

No ha llegado tu hora

                        haz silencio

reserva tu voz para decir te quiero

                        no ha llegado la brisa

apenas

              hay sol de frutas

                        primavera movida por los brotes

       esperanza en la noche

                                           de hoy.

Sí, es verdad que mientras los hilos comunicantes encuentran sus puntas, pasará el tiempo necesario en el que visualicemos un nuevo estilo, donde el respeto a la vida, al disfrute, a las relaciones y a la naturaleza con su magnitud de favores, no sea solo una disposición sino un claro compromiso.

Curvo mi cuerpo evitando torturar a la mariposa piadosa que yace en mi costado.  Ella perfora las líneas del aire y usa su corto tiempo de vida, bailando, encerrando la luz en su danza. Y el hombre, sujeto insaciable, verdad oscura, ímpetu, pálpito imprudente. ¿Mudaremos la piel? ¿Soltaremos el hollejo y seremos sensibles ante lo inesperado? Ojalá el acordeón de hojas sople frescura y su hálito renueve la servidumbre estéril que inventamos. Como diría el poeta:

En la noche

       durante el sueño de las estrellas

               en la línea curva del horizonte

                         como una pieza de mármol

                                    ingente

                                       se esconde

                                               la luz

Reinventa su claridad

                        sin atreverse

                                     a preguntar.

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