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Sísifo vive en un sexto piso sin ascensor

Sísifo vive en un sexto piso sin asensor

Por: Vico Cavaliere

“No te afanes, alma mía, por una vida inmortal,
pero agota el ámbito de lo posible”.

Píndaro

La administración de su conjunto decidió que los domicilios solo pueden llegar hasta la portería. Los vecinos de los pisos sextos han sido los más afectados. Buitrago se regocija dando la noticia a los vecinos. Sobre todo, a Usted.

Usted vive en el 603 de la torre 5 y ha comprobado que todo lo que sube, inevitablemente, tiene que bajar, a veces cuando lo hace, piensa en Sísifo.

Usted tiene tres perros, para economizar, debe comprarles el alimento concentrado en cantidades importantes, debe subir sendos bultos, al hombro, del primero hasta el sexto, luego bajar las bolsas con basura y excrementos, debe subir sus compras y bajar los empaques vacíos, lo único que baja de manera directa son sus desechos que se deslizan por el sistema de alcantarillado.

Usted firmó una escritura con el oído caliente a causa de la voz chillona de una vendedora con blusa vaporosa y escotada, “pechugona” diría su abuelita, usted compró un apartamento en un sexto piso en un edificio sin ascensor, usted vio un hueco en la mitad de los pasillos y pensó que era un tema provisional, que era cuestión de tiempo para que pusieran el ascensor. Usted comprobó luego que eso nunca pasaría.

Usted sube 216 peldaños, encuentra un breve descanso por cada 12. Usted sigue subiendo, lleva dos bolsas, cuatro bolsas, seis bolsas, atiborradas de cosas, de verduras, de más bolsas, papel higiénico, panela, harina, papayas ¿papayas?

Usted llega al segundo piso, con esfuerzo llega al tercero, empieza a quedarse sin aliento, las piernas tiemblan, corre el riesgo de encontrarse con ese vecino del cuarto que siempre lo mira desde arriba por la baranda, no le va a dar el gusto de que lo vea débil, sudoroso, vulnerable.

Usted descarga las bolsas, reacomoda las asas entre sus dedos adoloridos, es una excusa para respirar, sigue subiendo, llega al quinto, sabe que muy pronto terminará su tormento … por fin llega al sexto, descarga las bolsas, extenuado, agotado, necesita aire, la mascarilla lo ahoga, pero sabe que no debe, que no puede quitársela. Hay un micromundo dentro de la máscara, una oscura y densa atmósfera de seguridad, una frontera con la muerte.

A Usted se le ocurre que está siendo víctima de un castigo, de un sortilegio, usted no es Sergio, usted no es Sergio Andrés Lombana, es el maldito Sísifo.

Abre la puerta, saca el spray, rocía las llaves, rocía la chapa, sus manos talladas, enrojecidas por las asas de las bolsas, arden con el alcohol.

Entra, pisa con cuidado el trapo empapado en hipoclorito, una esquina de la bota de su pantalón se decolora, es un mal menor, la mascarilla lo talla, sus manos pueden estar contaminadas, las asas, las asas, podrían estar contaminadas, usted hace recuento, ¿a quién tocó? ¿qué tocó? ¿con qué mano?

Usted se equilibra en un pie mientras rocía desinfectante en la bota que se está quitando, el guante está vencido, es látex muy delicado, no sirve para subir o bajar bolsas llenas de bolsas, llenas de cosas, llenas de otras cosas.

Usted usa botas, complicadas de quitar y poner, mientras que sus vecinos andan en chanclas, en zapatillas de colores, como si estuvieran de vacaciones en un balneario.

Entra balanceando su cuerpo, procurando no tocar nada, logra atravesar el umbral, logra pasar por encima de una malla mental de rayos láser.

Empieza a pasar las bolsas, no sin antes rociar alcohol en el suelo. Sigue la desinfección, uno a uno, cada producto, cada cosa, cada empaque, el spray se atomiza, deja un halo de alcohol que se filtra por la máscara, usted se marea, se emborracha, se maluquea, Ud. muere un poco.

Usted lava la máscara, la desinfecta, se desnuda y echa a lavar su ropa, se ducha, se enjabona, se echa champú, se siente humano. Sale envuelto en una toalla blanca, se pone su pijama de estampados atigrados, se mete en sus babuchas de felpa, se siente un oso consentido.

Usted está extenuado, le duelen los brazos, le duelen sus dedos enrojecidos, le duelen las cuencas de sus ojos, el duele el tabique de soportar la máscara, se dispone a sentarse en su sillón, toma el control de la tele, se acomoda, mueve el culo para ajustarlo bien, mira hacia la ventana, se regocija en la vista, piensa que al menos tiene eso, una vista respetable sobre la sabana, eso había destacado la vendedora del escote.

Usted prende la tele, respira. Por fortuna pasan el programa del viejo Carini que colecciona autos antiguos, por primera vez en el día sonríe, Carini sonríe con usted, lo mira desde la pantalla, le dice “Cómo te ves de bien ahí sentado, Sísifo”

Suena el citófono, se oye como una sirena en una fábrica abandonada, llena todo el espacio, los perros ladran, usted se levanta como resorte, suda, da un salto, levanta el auricular, es la voz burlona de la portera Buitrago. Don Sergio, ¡tiene domicilio!

8 comentarios en “Sísifo vive en un sexto piso sin ascensor

  1. Como siempre entreteniendo, dando lo mejor, tan espontáneo, tan sencillo…..

  2. Excelente contenido literario, para el escritor felicitaciones por tan buen cuento ??

  3. Excelente contenido literario, para el escritor felicitaciones por tan buen cuento ??

  4. Muy bueno bueniso

  5. La cruda, actual y agitada realidad que vivimos todos, algunos en un sexto piso otros en el primero; para unos más difíciles que para otros . Por eso es necesario analizar en dónde queremos vivir y porque. Cada quien escoge su forma de vida.

  6. El cuento me gustó mucho. Me pareció que supera la ficción y además conserva ese carácter de sorpresa final que tienen los buenos cuentos.Conciso, concreto y estupendo. Mantiene un ritmo y un suspenso hasta el final. Felicitaciones al autor por lograr el cometido de mantener al lector entusiasmado hasta el final.

  7. Excelente cuento retrata la realidad de muchos. ??

  8. Me gustó.. excelente

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